10 de agosto de 2011, 11:20 de la noche, quizás el peor instante de mi vida al escuchar la noticia que ya él se había ido con Dios.
Pensé que el mundo se me venía encima. Diecisiete años a su lado, qué poco se me hizo.
Y si de algo me arrepiento y me arrepentiré es de no haber pasado el mayor tiempo posible a su lado mientras él vivía.
Pensaba que después de bendecirlo con el rosario y rezarle a la Virgen, quizás duraría un poco más, pero no... esa misma noche Dios se lo tuvo que llevar con él.
11 de agosto de 2011, 10:30 de la mañana.
Desde las 8 despierta,y que larga se me hizo la espera hasta llegar a la sala donde él ya estaba descansando en paz.
Llegué y todo eran lágrimas.
Pero qué bonito estaba hasta dentro de la maldita caja que se lo llevó.
Su cara no tan pálida, sus ojitos cerrados al igual que su boca, y su cabello peinado como a él le gustaba.
Decidí no separarme de él hasta que no pudiera verlo más. Y así fue.
Dos amigas estuvieron todo el día apoyándome a mi lado; es más,una de ellas pasó toda la noche conmigo hasta que amaneció.
Esa noche se me hizo tan corta, ya que sabía que cuando llegara el día no lo vería más en la vida.
12 de agosto de 2011, 10:25 de la mañana.
Se podría decir que el peor día de mi vida.
El camino hasta su tumba parecía que nunca acababa. Hasta que llegamos.
No sabía como asimilar que su cuerpecito ya estaba dentro de una mísera pared.
Mis piernas no podían permanecer en pie y mis ojos no podían abrirse.
El calor que él aportaba ya se había esfumado y sólo quedaba esa sensación de frío.
Adiós abuelo, te amo.
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